por Óscar David López De la columna 'Gracias por su preferencia sexual' Hace poco me visitó un amigo gay y lo llevé de ronda nocturna en Monterrey. En una cantina donde la media de los asistentes son traileros y vestidas, ahí vio a uno que le gustó al instante: tatuado, cara de malo, pelo a rapa, atlético pero no fisicoculturista, entonado en cervezas pero tampoco borrachísimo. Después de un par de miradas, arrimones y bailes seductores, los dos se fueron a un rincón. Todo indicaba que en cuestión de segundos me quedaría abandonado como perro debido a que ellos se fugarían al hotel donde se hospedaba mi cuate. Pero no. De pronto, mi amigo con cara de diva alzando la ceja se acercó para decirme: "¡El puto chacal me quería cobrar! ¡A mí! ¡A mí que la mamo más delicioso que la de Garganta Profunda !" Y lo mandó a volar. Según él, en cualquier otro lado los chacales lo hacen gratis. O al menos con él (que no está para arrojarlo al perro) sí se echan un pal...
Comentarios