Vicente Leñero, semblanza

Por: Eduardo López Segura 
Fuente: Internet 03. Dic. 2014
Vicente Leñero fue un exquisito narrador, novelista, dramaturgo, guionista de cine y periodista. Nació el 9 de junio de 1933 en Guadalajara, Jalisco y fue considerado en alguna ocasión, como el "único narrador católico de su generación".
CIUDAD DE MEXICO, México, 3 Dic. 2014.- Desde niño tuvo ansias de escribir cuando hizo un periódico familiar pero por alguna razón acabó estudiando ingeniería civil en la UNAM. Allí se dio cuenta de su verdadera vocación y comenzó a trabajar en libros breves de poemas, cuentos, ensayos y obras de teatro.

Su inclinación por la literatura se vio alentada al estudiar en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. En aquellos años de intenso aprendizaje, repartía su tiempo entre la culminación de sus estudios de ingeniería, la colaboración con reportajes para la revista Señal, su participación en el Taller Literario de Juan José Arreola (1959-1961) y la escritura de cuentos.

Leñero se dio a conocer públicamente como escritor con el libro de relatos 'La polvareda' (1958), libro en el que reunió los cuentos con los que ganó un concurso universitario. Después siguieron las novelas: La voz adolorida (1961), Los albañiles (1963), Estudio Q (1965), El garabato (1967), Redil de ovejas (1973) y Los periodistas (1978), por nombrar sólo algunas.

Asimismo, entre sus obras de teatro, destacan: Pueblo rechazado(1968), El juicio (1972), Alicia tal vez (1980), Nadie sabe nada (1988) yEl infierno (1991).

Su labor como guionista cinematográfico fue prolífica y le dio un impulso al cine nacional con títulos como Los de abajo (1978), El callejón de los milagros (1995), La ley de Herodes (1999), El crimen del padre Amaro (2002) y El atentado (2010).

Entre sus actividades periodísticas pueden nombrarse su labor como redactor, primero, y director, posteriormente, de la revista Claudia, donde contó con la colaboración de Gustavo Sainz y José Agustín, la dirección de Revista de Revistas del periódico Excélsior y la subdirección de la revista Proceso, de la cual fue vicepresidente.

Entre 1961 y 1964, fue becario del Centro Mexicano de Escritores, donde escribió bajo la supervisión de Juan José Arreola y Juan Rulfo.

Su trabajo como guionista fue altamente reconocido y elogiado por escritores y gente del cine como José Emilio Pacheco y Alberto Isaac. A pesar de que su relación con el cine fue muy fructífera, Leñero guardó su distancia respecto a este género: En una ocasión tuve el descaro de publicar para un diario reseñas de películas, y quienes llegaron a leerlas saben mejor que yo que nada tenía que estar haciendo por esos rumbos. Midiéndolo frente a la literatura, el cine no me apasiona ni me hace poner los ojos en blanco [...] Prefiero, en todo caso, ser un espectador, pero de la gente común, la que no vive metida en libros, la que no sabe quién es Malcolm Lowry, ni Antonioni, ni Ionesco; me apasiona observarla e interesarme -siempre como espectador- por lo que a ella le interesa: el problema de los transportes, los triunfos de Vicente Saldivar, los platillos voladores, los apasionantes adelantos técnicos.

Su trabajo como guionista de televisión fue más por necesidad que por gusto: Es cierto que la televisión me ha causado muchos dolores de cabeza, me ha fatigado, y en proporción al esfuerzo no me ha retribuido lo que yo hubiera querido. Pero le ha dado de comer a mi familia, me ha hecho vivir una valiosa experiencia y me ha permitido escribir 'Estudio Q' [novela, 1965]. No estoy enojado con la televisión. Tampoco creo ser un resentido.

Leñero dijo alguna vez que el guionismo es un género extraño y apasionante, que sólo se puede aprender si se escribe.

Sobre la labor específica del guionista y su relación con los medios para los que escribe, señaló: Aunque el guionista ha ganado espacios en los últimos años, de manera casi fatal siempre estará sujeto a la visión del director. El cine y la televisión nos obligan a entender la tarea del escritor ya no como el dueño de todo, sino dueño de una parte que se completa con el equipo. Uno añora a veces esa soledad creadora que es engañosa porque lo refunde en la intimidad de uno mismo.

Sobre su participación en películas específicas, es importante destacar su papel en El callejón de los milagros que dirigió Jorge Fons en 1994, para la cual adaptó la novela del Nobel Naguib Mahfouz.


Sobre los problemas que enfrentó al adaptar una novela melodramática egipcia a México, dijo: Fue complicado porque era una historia que ocurrió en El Cairo en 1944 y era un esquema muy melodramático. La clave en mi trabajo fue escoger una estructura que combinara las historias y jugara con ellas, contando esa historia melodramática relatada muchas veces, pero esta vez de otra manera.

En el año 2000, Vicente Leñero recibió el premio Xavier Villaurrutia, por su antología de cuentos 'La inocencia de este mundo'.

Dentro de los premios que recibió hay que destacar aquellos otorgados por su trabajo de creación de obras para ser contadas en el cine. Entre ellos: Oso de Plata del Festival de Berlín por el guión de 'Los albañiles'; Ariel en 1979 a la mejor historia original por 'Misterio'; Ariel en 1979 al mejor guión por 'Misterio'; Ariel en 1987 al mejor guión por 'Mariana, Mariana'.

Otros de sus trabajos llevados a la pantalla grande son: El guión de la película La habitación azul (Dir. Walter Dohener, 2001), basado en la novela Georges Simenon. Además hasta julio de 2001, el escritor trabajaba en el guión El milagro de Villaldama, y escribía la historia cinematográfica Pasado pendiente, adaptación de un cuento de Héctor Aguilar Camín, del cual Leñero aseguró: Siento que ése es el mejor guión que yo haya escrito hasta ahora.

En agosto de 2002, una semana después de la quinta visita del Papa, Juan Pablo II a nuestro país, se estrenó la película 'El crimen del Padre Amaro', dirigida por Carlos Carrera, cuya temática escandalizó al alto clero de la Iglesia Católica de nuestro país, que pugnaba por que se evitara su exhibición.


Ante la polémica desatada por este hecho, Vicente Leñero decidió fijar su posición: Como guionista de 'El crimen del Padre Amaro', la película dirigida por Carlos Carrera y producida mayoritariamente por Alameda Films, me siento obligado a hacer públicas algunas reflexiones, de católico y de escritor, ante el escándalo desatado por miembros de la jerarquía eclesiástica y de organizaciones de laicos que parecen comportarse como sus acólitos".

Me confunde el escándalo. Me lastima. Me irrita. Me duele este regreso de mi Iglesia a la penumbra preconciliar. Quiero empezar anticipando una obviedad. Unido a todos los participantes de la película soy corresponsable, con Carlos Carrera, de la puesta en pantalla de esta historia de ficción. Además de su espléndida factura y de sus valores intrínsecamente cinematográficos, la película corresponde con fidelidad a la propuesta del guión. Cuenta lo que pretendí contar, con hallazgos por limadura o añadidura del propio Carrera. Sólo discrepo de él en algunos momentos de la película, pero mis objeciones son secundarias: No atemperan de modo alguno mi entusiasmo cuya autoría es a fin de cuentas de él: del director Carlos Carrera".

Como se sabe, la historia de la que deriva esta libérrima versión es una novela de José Eça de Queiroz, escrita a fines del siglo XIX. Se emparienta con la célebre 'La regenta', del zamorano Leopoldo Alas Clarín y con muchas anécdotas narrativas -desde el Decamerón hasta El abate Mouret, de Zolá- de curas incontinentes.
Entre los reconocimientos que obtuvo a lo largo de su prolífica trayectoria se encuentran: el Premio Biblioteca Breve Seix Barral (1963), el Premio Xavier Villaurrutia (2001) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en el área de  Lingüística y Literatura (2001).

Su novela Los albañiles publicada en 1964, en su momento contó con una versión teatral. Ambas piezas giran en torno a la muerte de Jesús, un hombre que trabaja de velador en una construcción de la ciudad de México. Teniendo la pobreza y la culpa como divisas.


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