#UnRosaMexicano 4: Guía rápida para conservar una relación amorosa más de una noche

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   [Imagen de miguel-el-baby]
Confieso que no tengo muchos amigos gay, y los pocos que he hecho han sido por otros amigos, o por coincidir en un lugar de trabajo, pero creo que el tema de hoy no tiene nada qué ver con la orientación sexual. Para todxs, heteros y homos, establecer una relación romántica, afectiva, amorosa o como le queramos llamar, y mantenerla por un tiempo, digamos, considerable, es todo un reto que muchas veces se percibe como irrealizable.                                                                          
En general, en todos influye el acelerado ritmo de vida que la modernidad ha traído a nuestros días. Andamos de un lado para el otro, sin contar los pasos, viendo cómo avanzan las agujas del reloj, irrefrenables, exigentes; y el afecto, o el amor, es algo en lo que debemos invertir tiempo. Mucho tiempo. Siempre he pensado, y así se lo he dicho al hombre con el que he vivido los últimos cinco años, que permanecer en una relación es una cuestión de voluntad más que de amor. Eso no quiere decir que el amor no sea importante, o que esté en segundo plano. Pero muchas veces, nada más, no es suficiente. Porque el amor no es algo dado, no es una sensación mágica ni espontánea que pueda seguir su propio ritmo, que empiece sin que nosotros lo permitamos o termine por su propio gusto.
Creo fervientemente que el amor es la coincidencia de armonías individuales, el encuentro de seres que se han reconciliado previamente con ellos mismos y con sus entornos. El amor es el acompañamiento de las soledades, por el puro placer y ganas de compartir un camino, de cultivar recuerdos y trazar rutas imaginarias. El amor es la posibilidad de crecer, de aprender, de descubrir lo que el mundo tiene para mostrar, acompañado de alguien que está dispuesto a conciliar sus pasos con los nuestros.
Pero la gente ya no tiene la paciencia que el fino y difícil arte del amor necesita. Los placeres fugaces, por alguna razón, son más persuasivos para mucha gente; tal vez por una equivocada percepción que ve al amor como una cárcel, como un compromiso que impide y cierra puertas en lugar de abrirlas y sin que podamos hacer nada para mantenerlas abiertas. En el mundo gay (si es que podemos considerar la existencia de una cosa así), debido a las ideas que tenemos acerca de la homosexualidad, se vuelve todavía más difícil establecer lazos románticos duraderos.
En la cabeza de las personas está la idea del gay como una persona con una libido insaciable, que está pensando todo el tiempo cómo satisfacer sus deseos sexuales con el primero que se deje. Se piensa que uno sale a la calle y empieza a catalogar a los hombres como “aptos” y “no aptos”, o como “deseables” o “indeseables”, y que a aquellos que pasan la primera prueba les lanzamos las fauces directo a la yugular o morimos en el intento, lo cual no es cierto. Al menos no siempre. Y seguramente muchos lo hacemos porque creemos que “así debemos comportarnos”, porque somos gays, y los gays eso hacemos.
Me atrevo a pensar que esta idea proviene de la época en que los homosexuales tenían que permanecer ocultos en un ambiente heteronormativo muy duro, donde las muestras de sus inclinaciones sexuales eran severamente castigadas por la sociedad. Al estar condenados a la clandestinidad, era imposible mantener una relación de largo plazo, y tenían que conformarse con amoríos fugaces, donde se pudiera y con quien se dejara.
El sentido común nos indicaría que ya no estamos en esos tiempos como para mantener tales costumbres, pero, ¿será realmente cierto? ¿La sociedad ahora es lo suficientemente abierta como para aceptar que los homosexuales podemos tener relaciones amorosas de más de una noche? Los debates sobre el matrimonio homosexual, muy recurrentes en América Latina por estos días, nos hacen pensar que no es así, que aún hay una renuencia a aceptar que los gays puedan ser formales con sus parejas. Aunque la otra posible pregunta sería, ¿sigue siendo el modelo de familia nuclear el ideal para establecer nuestras relaciones afectivas? ¿Funciona todavía en una sociedad acelerada y fugaz?
Quienes tenemos un corazón romántico, queremos creer que sí. Y hacemos todo lo posible por hacer esa fantasía realidad: un amor para toda la vida, con quien podamos envejecer, soñar, imaginar, crear, andar. Por eso digo, depende más de nosotros, las personas, mantener una relación, con las estrategias que más nos acomoden (comunicación, confianza, consideración, sexo), que del amor. Así que por favor, no le echemos la culpa al amor de nuestros errores, ni de nuestros fracasos.
Hasta la próxima.

[Publicado originalmente en Bogotá Rosa]

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