La vida de un hombre en tacones
Nunca pasa desapercibido.
Cuando Alonso Murillo Hinojosa se abre camino por los gélidos pasillos de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México provoca que hasta los ladrillos rojos de las paredes retiemblen en su centro.
En los 70 años que tiene de historia esta institución que pertenece al Sistema Educativo Jesuita (SUJ) –fundado por la Compañía de Jesús– nunca se había visto a uno de sus estudiantes enfundado en unos jeans ajustados, camisa de vestir, barba larga, chongo en el pelo y con un par de zapatos de tacón.
Así lo ha hecho Alonso Murillo desde hace cuatro años, lo que ha provocado distintas reacciones: desde hombres que fruncen el ceño ante una imagen nunca antes vista y profesores que se quedan sin habla, hasta mujeres que le aplauden por el dominio de la técnica y seguridad al caminar en taconazos.
El alumno de octavo semestre de la carrera de Diseño Textil ha corrido con suerte. Nunca nadie le ha impedido la entrada al campus, nunca ha sido agredido. Tampoco ningún sacerdote jesuita ha levantado un crucifijo ante sí para intentar exorcizarlo.
Aún así, no ha sido fácil para Murillo. El joven de 23 años y 1.63 metros de estatura ha tenido que “evangelizar” en su entorno y dejar claro que el uso de los zapatos altos no responde a querer transformarse en mujer, ni al travestismo, ni al fetichismo. Mucho menos a que esté inventando la indumentaria para una nueva tribu urbana. “Lo que Alonso está haciendo es una investigación sobre la identidad de género”, asegura el coordinador de la carrera de Diseño Textil, el maestro Fernando Bermúdez Barreiro, quien resalta que cuando uno escucha hablar a Murillo no da señales de que sea algo transitorio, efímero o una moda pasajera. “Por eso se ha ganado el respeto de toda la comunidad”.
Con un tono casi pedagógico, Alonso explica que su propuesta consiste en jugar con ambos géneros y combinar lo que se ponen los hombres con lo que utilizan las mujeres. “He usado bolsos, aretes… pero el poder que tienen los zapatos de tacón es mucho más fuerte que cualquier otro objeto. Los zapatos tienen mucho background de erotismo, lujo y poder. Si estudié diseño textil es para saber las historias de los objetos y yo poder crear una nueva historia con ellos”.
No se le mueve el piso
En agosto de 2009 Murillo Hinojosa ingresó a la Universidad Iberoamericana. En el primer semestre de la carrera, su profesora de la materia Concepto del arte a través del tiempo le solicitó a él y a sus compañeros que para presentar el proyecto de “Vestidos con metal” tenían que asistir “arreglados”.
El día de la exposición, Alonso salió de casa por la mañana vestido con jeans, camisa, corbata y tenis. Subió a su coche una maleta. Recorrió los 40 kilómetros que atraviesa diariamente para ir desde Cuautitlán Izcalli, Estado de México, hasta Santa Fe. En cuanto llegó a la universidad, acomodó su auto en uno de los cajones del estacionamiento. Abrió la puerta del vehículo y sentado en el asiento del piloto sacó los pies del auto con el fin de que tuviera más espacio para quitarse los tenis y colocarse los zapatos de mujer que traía en la maleta. Cuando cerró la puerta del auto supo que ya no había marcha atrás. Alonso se encontraba parado sobre los 12 centímetros de tacón que tenían sus pumps negros. Su corazón sabía que era la primera vez que se ponía esos zapatos al interior de la Ibero y por lo tanto bombeaba la sangre desenfrenadamente. Comenzó a caminar de manera firme, apretando la quijada. Las manos lo traicionaron y le empezaron a sudar. Las piernas rindieron honores a la valentía y no titubearon un instante. Alonso atravesó el estacionamiento, bajó las escaleras de la explanada principal y cruzó los pasillos necesarios para llegar a su salón de clases.
En milésimas de segundos observó cómo todos los que lo veían posaban la mirada en los tacones. A sus espaldas escuchaba el tsunami de comentarios. No se acobardó. Apenas atravesó la puerta del salón sus compañeros de clase guardaron un sepulcral silencio. Nadie supo cómo reaccionar. Los estudiantes prefirieron enmudecer antes de ofenderlo queriendo hacer algún cumplido. Alonso se dirigió hacia su banca y se sentó. En el trayecto no hizo ningún esfuerzo por caminar de puntitas para que no se escuchara el sonido del tacón golpeando el piso. Al contrario. El eco anunció que el alumno Murillo Hinojosa había llegado y que no estaba solo. La profesora actuó, o más bien sobreactuó, como si nada estuviera pasando. En cuanto tocó el turno de que Alonso expusiera, los tacones eclipsaron la atención hacia su proyecto. Bastó que la concurrencia viera la naturalidad con la que se desenvolvía el compañero de la barba larga para llenarlo de elogios al final de la clase. Esa fue la primera vez que Alonso vio a todos sus compañeros de la Ibero desde otra perspectiva.
Pero no era la primera vez que Alonso se ponía unos zapatos de mujer. Pocos años atrás, cuando tenía 18 y acababa de terminar la preparatoria en el Centro Escolar del Lago, hizo su debut durante unos ensayos para la graduación. Todo se debió a que una de sus compañeras se cansó de sus zapatos y le pidió que se los sostuviera. Alonso no sólo los sostuvo. Se los puso. Así se quedó durante todo el ensayo de casi 4 horas. “Yo iba vestido de traje y me gustó el discurso de mi ropa con el tacón”.
Equidad hasta en los pies Un año más tarde, en 2010, llegó el momento de empezar su propia colección de zapatos. Alonso, entonces de 19 años, acudió al centro comercial Plaza Satélite acompañado de sus dos hermanos mayores con un objetivo firme: comprar sus primeros tacones. Los Murillo entraron a Zara. Alonso llevaba la barba larga, como es su costumbre, así que cuando las dependientas y las clientas lo vieron en la sección de mujeres buscando calzado de su número sus rostros comenzaron a cambiar.
Una vez que el joven Murillo se subió a los tacones y caminó de un lado a otro para probárselos, la concurrencia terminó boquiabierta.
Los hermanos mayores de Murillo también se escandalizaron, pero por otra razón: el precio. Los zapatos costaban mil 500 pesos. Ellos habían acudido a apoyar a su hermano y de eso no tenían la menor duda. Vamos, no estaba a discusión, pero dejarlo que pagara esa cantidad por unos zapatos fue lo que realmente les hizo levantar las cejas. “¡Me los llevo!”, les dijo Alonso con una de las sonrisas más satisfactorias de su vida.
El público que se esperó a ver que se los llevara se colapsó. “Hay veces que la gente no tolera algo porque no tiene un contacto directo con eso. Entonces el hecho de que yo salga al mundo de esta manera hace visible una realidad”. Actualmente la colección de zapatos de mujer que tiene Alonso consta de 20 pares, los cuales no reciben un trato especial.
Es decir, se encuentran acomodados en la zapatera de su clóset alternados con los pares de zapatos de hombre. “A veces me cuesta más trabajo encontrar zapatos de hombre que de mujer”, dice Alonso, quien reconoce que a diferencia de algunas mujeres, su proceso para comprar zapatos no es impulsivo. “Soy muy analítico, así que me gusta calcular qué objetivo va a transmitir cada par de zapatos. Me gusta la coherencia hasta en el calzado, por lo que selecciono con los que quiero transmitir poder, con los que quiero demostrar seguridad, con los que por el color o la pedrería puedo transmitir erotismo”.
A los ojos del rector
El 8 de julio de 2004, el doctor José Morales Orozco se sentó en la silla del rector de la Universidad Iberoamericana para ocupar el cargo durante el periodo 2004-2008 (al concluir ese tiempo fue reelecto). Entre las cartas credenciales de este sacerdote jesuita se encuentra su ingreso a la Compañía de Jesús en 1963 al concluir sus estudios de preparatoria.
Más tarde estudió la Licenciatura en Letras en el Instituto de Literatura, en Puente Grande, Jalisco, y después se trasladó a la ciudad de México para estudiar la Licenciatura en Filosofía, en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias. En 1979 fue enviado a Quebec, Canadá, para cumplir con su Tercera Aprobación y, posteriormente, ingresó a la Pontificia Universidad de Comillas, en Madrid, España, donde obtuvo el Doctorado en Teología. Todos estos títulos no fueron impedimento para que el joven Murillo, a finales de 2011, se postrara en dos tacones frente a los ojos del padre José Morales.
En esta ocasión, Alonso se puso sus mejores ropas y sus zapatos más altos (de 18 centímetros) debido a que el rector de la Ibero oficializaría su nombramiento como Vicepresidente de la Sociedad de Alumnos de Diseño Textil, cargo que ocupó de enero a diciembre de 2012. En el protocolo de la ceremonia estaba señalado que después de que el doctor Morales diera su discurso, los estudiantes acudieran de uno en uno al presidium donde se encontraba el rector y otras autoridades académicas, con el fin de firmar su constancia. Y así fue. Luego de ver cómo la barba larga de Murillo se aproximaba hacia él sobre tacones de mujer, el padre José Morales no hizo mas que tragar saliva, entregarle la constancia al alumno y estrechar su mano.
No tenía de otra. En el apartado 2.1 de la Filosofía Educativa de la Ibero se establece que “En el cumplimiento de su tarea cultural, la Universidad Iberoamericana se inspira en los valores cristianos y quiere realizar, en un ambiente de apertura, libertad y respeto para todos, una integración de esos valores con los adelantos científicos y filosóficos de nuestros tiempos”. Alonso recuerda que en el proyecto que le presentaron al rector por parte de la sociedad de alumnos había una propuesta de un encuentro de diversidad sexual, y el doctor José Morales, en su discurso, “hizo un comentario muy positivo mencionando que le gusta que exista la tolerancia; que sea una actitud jesuita en la que se acepte a todo el mundo tal y como es”.
El coordinador de la carrera de Diseño Textil, Bermúdez Barreiro, asegura que nunca recibió un mensaje o una llamada por parte del rector de la Ibero para darle alguna instrucción con respecto al caso de los tacones de Murillo. “No había motivo alguno. Alonso es un alumno brillante. Es muy dedicado y estudioso”. Al menos eso dice su historial académico. A punto de concluir su carrera, Alonso tiene un promedio general de 9.2 y el mérito de haber ganado el concurso para crear la imagen de la campaña publicitaria que se realizó para conmemorar el 70 aniversario de la Ibero.
Sin haberse graduado, ya organizó una pasarela para la marca Pink Magnolia y actualmente colabora con la agencia de modelos Contempo en programas de responsabilidad social. La vida desde las alturas “El momento que más disfruto de los tacones es cuando me apropio de ellos. Cuando los tengo puestos y puedo ver que esto es lo que soy. Aunque no lo creas la vida se ve de otra manera”, expresa Murillo, quien está consciente que no todo mundo simpatiza con sus ideales. “Como la gente ve que soy hombre esperan que me comporte de determinada manera, pero no todos tenemos que comportarnos igual. Uno tiene que aprender a descubrir lo que le hace feliz y yo ya lo encontré.
Quizás lo más complicado es romper los esquemas de la sociedad, pero será complicado para quienes lo ven así, no para mí”. Murillo usa sus tacones sólo en ocasiones especiales. Dado que considera el tacón como un símbolo de elegancia, los usa cuando hay una celebración. No tiene un ritual específico pero sí aplica los trucos necesarios para que no le lastimen. Presume de saber bailar y correr con zapatos altos. “Me da risa cuando la gente dice que los zapatos son algo superficial. Los tacones tienen años de historia y precisamente eran los hombres de la monarquía francesa quienes tenían el privilegio de utilizarlos”.
Animal Político – vie, 17 may 2013
Cuando Alonso Murillo Hinojosa se abre camino por los gélidos pasillos de la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México provoca que hasta los ladrillos rojos de las paredes retiemblen en su centro.
En los 70 años que tiene de historia esta institución que pertenece al Sistema Educativo Jesuita (SUJ) –fundado por la Compañía de Jesús– nunca se había visto a uno de sus estudiantes enfundado en unos jeans ajustados, camisa de vestir, barba larga, chongo en el pelo y con un par de zapatos de tacón.
Así lo ha hecho Alonso Murillo desde hace cuatro años, lo que ha provocado distintas reacciones: desde hombres que fruncen el ceño ante una imagen nunca antes vista y profesores que se quedan sin habla, hasta mujeres que le aplauden por el dominio de la técnica y seguridad al caminar en taconazos.
El alumno de octavo semestre de la carrera de Diseño Textil ha corrido con suerte. Nunca nadie le ha impedido la entrada al campus, nunca ha sido agredido. Tampoco ningún sacerdote jesuita ha levantado un crucifijo ante sí para intentar exorcizarlo.
Aún así, no ha sido fácil para Murillo. El joven de 23 años y 1.63 metros de estatura ha tenido que “evangelizar” en su entorno y dejar claro que el uso de los zapatos altos no responde a querer transformarse en mujer, ni al travestismo, ni al fetichismo. Mucho menos a que esté inventando la indumentaria para una nueva tribu urbana. “Lo que Alonso está haciendo es una investigación sobre la identidad de género”, asegura el coordinador de la carrera de Diseño Textil, el maestro Fernando Bermúdez Barreiro, quien resalta que cuando uno escucha hablar a Murillo no da señales de que sea algo transitorio, efímero o una moda pasajera. “Por eso se ha ganado el respeto de toda la comunidad”.
Con un tono casi pedagógico, Alonso explica que su propuesta consiste en jugar con ambos géneros y combinar lo que se ponen los hombres con lo que utilizan las mujeres. “He usado bolsos, aretes… pero el poder que tienen los zapatos de tacón es mucho más fuerte que cualquier otro objeto. Los zapatos tienen mucho background de erotismo, lujo y poder. Si estudié diseño textil es para saber las historias de los objetos y yo poder crear una nueva historia con ellos”.
No se le mueve el piso
En agosto de 2009 Murillo Hinojosa ingresó a la Universidad Iberoamericana. En el primer semestre de la carrera, su profesora de la materia Concepto del arte a través del tiempo le solicitó a él y a sus compañeros que para presentar el proyecto de “Vestidos con metal” tenían que asistir “arreglados”.
El día de la exposición, Alonso salió de casa por la mañana vestido con jeans, camisa, corbata y tenis. Subió a su coche una maleta. Recorrió los 40 kilómetros que atraviesa diariamente para ir desde Cuautitlán Izcalli, Estado de México, hasta Santa Fe. En cuanto llegó a la universidad, acomodó su auto en uno de los cajones del estacionamiento. Abrió la puerta del vehículo y sentado en el asiento del piloto sacó los pies del auto con el fin de que tuviera más espacio para quitarse los tenis y colocarse los zapatos de mujer que traía en la maleta. Cuando cerró la puerta del auto supo que ya no había marcha atrás. Alonso se encontraba parado sobre los 12 centímetros de tacón que tenían sus pumps negros. Su corazón sabía que era la primera vez que se ponía esos zapatos al interior de la Ibero y por lo tanto bombeaba la sangre desenfrenadamente. Comenzó a caminar de manera firme, apretando la quijada. Las manos lo traicionaron y le empezaron a sudar. Las piernas rindieron honores a la valentía y no titubearon un instante. Alonso atravesó el estacionamiento, bajó las escaleras de la explanada principal y cruzó los pasillos necesarios para llegar a su salón de clases.
En milésimas de segundos observó cómo todos los que lo veían posaban la mirada en los tacones. A sus espaldas escuchaba el tsunami de comentarios. No se acobardó. Apenas atravesó la puerta del salón sus compañeros de clase guardaron un sepulcral silencio. Nadie supo cómo reaccionar. Los estudiantes prefirieron enmudecer antes de ofenderlo queriendo hacer algún cumplido. Alonso se dirigió hacia su banca y se sentó. En el trayecto no hizo ningún esfuerzo por caminar de puntitas para que no se escuchara el sonido del tacón golpeando el piso. Al contrario. El eco anunció que el alumno Murillo Hinojosa había llegado y que no estaba solo. La profesora actuó, o más bien sobreactuó, como si nada estuviera pasando. En cuanto tocó el turno de que Alonso expusiera, los tacones eclipsaron la atención hacia su proyecto. Bastó que la concurrencia viera la naturalidad con la que se desenvolvía el compañero de la barba larga para llenarlo de elogios al final de la clase. Esa fue la primera vez que Alonso vio a todos sus compañeros de la Ibero desde otra perspectiva.
Pero no era la primera vez que Alonso se ponía unos zapatos de mujer. Pocos años atrás, cuando tenía 18 y acababa de terminar la preparatoria en el Centro Escolar del Lago, hizo su debut durante unos ensayos para la graduación. Todo se debió a que una de sus compañeras se cansó de sus zapatos y le pidió que se los sostuviera. Alonso no sólo los sostuvo. Se los puso. Así se quedó durante todo el ensayo de casi 4 horas. “Yo iba vestido de traje y me gustó el discurso de mi ropa con el tacón”.
Equidad hasta en los pies Un año más tarde, en 2010, llegó el momento de empezar su propia colección de zapatos. Alonso, entonces de 19 años, acudió al centro comercial Plaza Satélite acompañado de sus dos hermanos mayores con un objetivo firme: comprar sus primeros tacones. Los Murillo entraron a Zara. Alonso llevaba la barba larga, como es su costumbre, así que cuando las dependientas y las clientas lo vieron en la sección de mujeres buscando calzado de su número sus rostros comenzaron a cambiar.
Una vez que el joven Murillo se subió a los tacones y caminó de un lado a otro para probárselos, la concurrencia terminó boquiabierta.
Los hermanos mayores de Murillo también se escandalizaron, pero por otra razón: el precio. Los zapatos costaban mil 500 pesos. Ellos habían acudido a apoyar a su hermano y de eso no tenían la menor duda. Vamos, no estaba a discusión, pero dejarlo que pagara esa cantidad por unos zapatos fue lo que realmente les hizo levantar las cejas. “¡Me los llevo!”, les dijo Alonso con una de las sonrisas más satisfactorias de su vida.
El público que se esperó a ver que se los llevara se colapsó. “Hay veces que la gente no tolera algo porque no tiene un contacto directo con eso. Entonces el hecho de que yo salga al mundo de esta manera hace visible una realidad”. Actualmente la colección de zapatos de mujer que tiene Alonso consta de 20 pares, los cuales no reciben un trato especial.
Es decir, se encuentran acomodados en la zapatera de su clóset alternados con los pares de zapatos de hombre. “A veces me cuesta más trabajo encontrar zapatos de hombre que de mujer”, dice Alonso, quien reconoce que a diferencia de algunas mujeres, su proceso para comprar zapatos no es impulsivo. “Soy muy analítico, así que me gusta calcular qué objetivo va a transmitir cada par de zapatos. Me gusta la coherencia hasta en el calzado, por lo que selecciono con los que quiero transmitir poder, con los que quiero demostrar seguridad, con los que por el color o la pedrería puedo transmitir erotismo”.
A los ojos del rector
El 8 de julio de 2004, el doctor José Morales Orozco se sentó en la silla del rector de la Universidad Iberoamericana para ocupar el cargo durante el periodo 2004-2008 (al concluir ese tiempo fue reelecto). Entre las cartas credenciales de este sacerdote jesuita se encuentra su ingreso a la Compañía de Jesús en 1963 al concluir sus estudios de preparatoria.
Más tarde estudió la Licenciatura en Letras en el Instituto de Literatura, en Puente Grande, Jalisco, y después se trasladó a la ciudad de México para estudiar la Licenciatura en Filosofía, en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias. En 1979 fue enviado a Quebec, Canadá, para cumplir con su Tercera Aprobación y, posteriormente, ingresó a la Pontificia Universidad de Comillas, en Madrid, España, donde obtuvo el Doctorado en Teología. Todos estos títulos no fueron impedimento para que el joven Murillo, a finales de 2011, se postrara en dos tacones frente a los ojos del padre José Morales.
En esta ocasión, Alonso se puso sus mejores ropas y sus zapatos más altos (de 18 centímetros) debido a que el rector de la Ibero oficializaría su nombramiento como Vicepresidente de la Sociedad de Alumnos de Diseño Textil, cargo que ocupó de enero a diciembre de 2012. En el protocolo de la ceremonia estaba señalado que después de que el doctor Morales diera su discurso, los estudiantes acudieran de uno en uno al presidium donde se encontraba el rector y otras autoridades académicas, con el fin de firmar su constancia. Y así fue. Luego de ver cómo la barba larga de Murillo se aproximaba hacia él sobre tacones de mujer, el padre José Morales no hizo mas que tragar saliva, entregarle la constancia al alumno y estrechar su mano.
No tenía de otra. En el apartado 2.1 de la Filosofía Educativa de la Ibero se establece que “En el cumplimiento de su tarea cultural, la Universidad Iberoamericana se inspira en los valores cristianos y quiere realizar, en un ambiente de apertura, libertad y respeto para todos, una integración de esos valores con los adelantos científicos y filosóficos de nuestros tiempos”. Alonso recuerda que en el proyecto que le presentaron al rector por parte de la sociedad de alumnos había una propuesta de un encuentro de diversidad sexual, y el doctor José Morales, en su discurso, “hizo un comentario muy positivo mencionando que le gusta que exista la tolerancia; que sea una actitud jesuita en la que se acepte a todo el mundo tal y como es”.
El coordinador de la carrera de Diseño Textil, Bermúdez Barreiro, asegura que nunca recibió un mensaje o una llamada por parte del rector de la Ibero para darle alguna instrucción con respecto al caso de los tacones de Murillo. “No había motivo alguno. Alonso es un alumno brillante. Es muy dedicado y estudioso”. Al menos eso dice su historial académico. A punto de concluir su carrera, Alonso tiene un promedio general de 9.2 y el mérito de haber ganado el concurso para crear la imagen de la campaña publicitaria que se realizó para conmemorar el 70 aniversario de la Ibero.
Sin haberse graduado, ya organizó una pasarela para la marca Pink Magnolia y actualmente colabora con la agencia de modelos Contempo en programas de responsabilidad social. La vida desde las alturas “El momento que más disfruto de los tacones es cuando me apropio de ellos. Cuando los tengo puestos y puedo ver que esto es lo que soy. Aunque no lo creas la vida se ve de otra manera”, expresa Murillo, quien está consciente que no todo mundo simpatiza con sus ideales. “Como la gente ve que soy hombre esperan que me comporte de determinada manera, pero no todos tenemos que comportarnos igual. Uno tiene que aprender a descubrir lo que le hace feliz y yo ya lo encontré.
Quizás lo más complicado es romper los esquemas de la sociedad, pero será complicado para quienes lo ven así, no para mí”. Murillo usa sus tacones sólo en ocasiones especiales. Dado que considera el tacón como un símbolo de elegancia, los usa cuando hay una celebración. No tiene un ritual específico pero sí aplica los trucos necesarios para que no le lastimen. Presume de saber bailar y correr con zapatos altos. “Me da risa cuando la gente dice que los zapatos son algo superficial. Los tacones tienen años de historia y precisamente eran los hombres de la monarquía francesa quienes tenían el privilegio de utilizarlos”.
Animal Político – vie, 17 may 2013
Comentarios