Los novios Bulgaros

Sin embargo, su vida privada se aleja un poco de tan convencional entorno. En sus ratos libres frecuenta el barrio gay de Madrid con sus habituales amigos, a veces a la caza de chicos guapos, últimamente todos extranjeros y especialmente eslavos, tras el derrumbe del Bloque del Este.
Será en una terraza en donde conocerá a Kyril, un búlgaro atractivo y sin escrúpulos de 23 años, del que quedará perdidamente enamorado. El perfecto compañero para un imprescindible viaje interior, un encuentro con sus verdaderas necesidades, un alter ego desarraigado y aventurero que además le llevará al borde de perder su seguro y aburguesado status social: los peligrosos y en ocasiones divertidos líos en que este le va metiendo constituyen el argumento del guión, líos en los que Daniel se adentra diciéndose a si mismo que lo hace por ayudarle a salir adelante, pero en el fondo completamente vendido por la pasión que siente por él.
Kyril se deja querer mientras va pidiéndole a su proyector todo tipo de favores sospechosamente ilegales. Termina trayéndose de Bulgaria e instalando a su novia Kalina en su casa. Daniel les buscará piso y les acompañará en una fuga precipitada a su país de origen, donde conocerá a la familia de Kyril, que sobrevive como puede entre las ruinas del sistema comunista. Para todos, Daniel es un caballero español, una especie de Don Quijote contemporáneo, pese a que él es perfectamente consciente de estar siendo utilizado. De vuelta a Madrid, Daniel se ve expuesto a cada vez mayores peligros: avalará con una importante suma de dinero las sospechosas actividades de su amante, le arreglará los papeles de un coche robado y hasta se jugará la vida para sacarle de la cárcel, entregando a las mafias búlgaras una peligrosa mercancía radioactiva.
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